Isla Arena es una comunidad pesquera ubicada en Campeche, dentro de la Reserva de la Biósfera Ría Celestún, un Área Natural Protegida. Ahí, Conservación Internacional México y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) están realizando un Proyecto Piloto para conservar, proteger y restaurar los ecosistemas de manglares. El objetivo: restaurar 217 hectáreas de manglares degradados y muertos en el sitio.
Según la plataforma Global Mangrove Watch, la extensión de manglares ha experimentado una pérdida alarmante de 2,386 kilómetros cuadrados entre 1996 y 2020, solo en la costa norte de Yucatán. En América y el Caribe se ha registrado una disminución del 24% en los últimos 25 años. De las 2.6 millones de hectáreas que subsisten en la región, se estima que 204 mil están actualmente degradadas. Pero, hay una buena noticia: existen unos 680 sitios que podrían ser sujetos de un proceso de restauración.
Isla Arena, un proyecto de restauración de manglares en la Reserva de la Biósfera Ría Celestún
“En Isla Arena hay pesca de pulpo, callo de hacha, la comunidad depende de la salud del manglar. Hay cooperativas que se dedican al manejo ambiental del Crocodylus moreletii, una especie que estuvo en peligro de extinción, pero que se ha recuperado gracias al trabajo de esta comunidad”, explica Leticia Gutiérrez Lorandi, vicepresidenta de Conservación Internacional México, en entrevista con WIRED en Español.
Los manglares desempeñan un papel crucial en la salud y el equilibrio de los ecosistemas costeros, brindando una amplia gama de beneficios tanto ambientales como económicos. Actúan como barreras naturales contra tormentas y tsunamis, ayudando a mitigar el impacto de eventos climáticos extremos en las comunidades costeras al reducir la velocidad del viento y absorber la fuerza de las olas. Este papel protector también se extiende a la prevención de la erosión costera.
Además de restaurar los manglares, el propósito del proyecto es identificar y promover las mejores prácticas para la implementación de estrategias de restauración, rehabilitación y conservación de los ecosistemas marino-costeros en todo el país. “Estamos trabajando junto con la comunidad; se creo el grupo Unidas y Unidos por los Mangles, formado por 40 personas (19 mujeres y 21 hombres), quienes han recibido capacitación en ecología de manglares, conservación, restauración, salvaguardas, seguridad, primeros auxilios, y servicios ecosistémicos”, explica Leticia Gutiérrez a esta revista.
Restaurar ecológicamente los manglares presenta diversos desafíos debido a la complejidad y sensibilidad de este ecosistema. Los manglares son hábitats interconectados que dependen de una serie de factores ambientales delicados, como las condiciones hidrológicas, salinidad del agua y la presencia de sedimentos específicos. Además, la diversidad biológica única de los manglares requiere un enfoque meticuloso para asegurar la reintegración de especies nativas y la regeneración del suelo. La presión continua de actividades humanas, como la urbanización costera y la acuicultura, introduce obstáculos adicionales a la restauración exitosa.
La falta de conciencia y comprensión pública sobre la importancia de los manglares también puede dificultar la implementación de proyectos de restauración efectivos. A pesar de estos desafíos, los esfuerzos sostenidos y colaborativos, respaldados por investigaciones científicas y participación comunitaria, son fundamentales para superar las barreras y lograr la restauración exitosa de estos vitales ecosistemas costeros.
En este caso, el plan de restauración del sitio se diseñó poniendo a la comunidad y a la ciencia al centro, y luego de realizar un estudio de ecología forense, que determinó las causas de muerte y degradación. “Más que una isla, Isla Arena es una península. Y, para poder entrar se construyó una carretera, lo que provocó afectaciones en el flujo hídrico del manglar, lo que ha provocado un agua turbia, pues el ecosistema se está muriendo, nosotros estamos trabajando del lado del manglar afectado, en unas 700 hectáreas, recuperando esa parte”, dice la vicepresidenta de Conservación Internacional.
La metodología que se está implementando consiste en la restauración hidrológica y sedimentológica, que permitirá la regeneración natural de los manglares. “En este caso particular, no serviría mucho plantar más mangle, sino rehabilitar hidrológicamente a los canales, para que el propio manglar vaya resurgiendo, una conclusión a la que llegamos gracias a la ecología forense”, explica Leticia Gutiérrez. Las jornadas de trabajo son de unas seis horas, en donde los miembros de la comunidad se meten al manglar, con el agua hasta el cuello, y palean el sedimento para abrir los canales.
Desde una perspectiva ecológica, los manglares sirven como hábitats críticos y zonas de reproducción para una diversidad de especies marinas y aves. Muchos peces y crustáceos utilizan las raíces de los manglares como refugio y fuente de alimento, contribuyendo así a la salud de las pesquerías locales. Además, la descomposición de la materia orgánica en los manglares enriquece el agua circundante con nutrientes esenciales, beneficiando a la cadena alimentaria marina. En términos de sostenibilidad económica, los manglares también son vitales. Muchas comunidades costeras dependen de la pesca y la acuicultura sostenibles asociadas con estos ecosistemas. Además, los manglares proporcionan madera, productos no maderables como taninos y medicinas, y son destinos turísticos valiosos.
“Por suerte, ya se empieza a ver el flujo hidrológico del manglar, para darle esa funcionalidad al sistema, lo que permite que existan especies como cangrejos, peces, cocodrilos, pero también los nutrientes del suelo para hacer que el manglar crezca”, explica Gutiérrez. La otra buena noticia es que esta restauración está permitiendo que miembros de Isla Arena, principalemente las mujeres, estén tendiendo un ingreso adicional o único. “Ellas son quienes junto el equipo han estado diseñando el plan de trabajo e intervenciones para recuperar el manglar”.
México destaca como el cuarto país a nivel global con la mayor extensión de manglares, según datos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO). La Península de Yucatán, en particular, ostenta la mayor cobertura con 544,169 hectáreas, de las cuales un significativo 60% se distribuye en esta región. Alarmantemente, a pesar de su vital importancia biológica y económica, estos ecosistemas se ven amenazados por la creciente destrucción y fragmentación.
La capacidad única de los manglares para absorber dióxido de carbono y almacenar grandes cantidades de carbono en su suelo contribuye significativamente a la mitigación del cambio climático. En resumen, la conservación y restauración de los manglares son esenciales para mantener la biodiversidad, proteger las comunidades costeras, respaldar las economías locales y combatir el cambio climático a nivel global.
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