ITER CRIMINIS por Carmen Corazzini
Mucho ruido y pocas nueces. Finaliza la primera semana del juicio de Daniel Sancho en la que el debate social se ha centrado en todos los ángulos, menos el vértice. Claro que las tres sesiones celebradas durante las jornadas del martes, miércoles y jueves han emanado tal sinfín de ingredientes, que resultó aminorado el elemento principal.
La sucesión de subtramas se armaron de presiones entre las partes, actitudes desafiantes, roces con los medios de comunicación y hasta la presencia, ineludible para todo guion que se precie, del personaje villano, representado por el juez tailandés. El juicio a tres actos puede dividirse en tres ángulos.
1. La censura
Miel para las abejas, porque nada provoca mayor rebelión que una prohibición. El juez encargado del caso ha pedido a los asistentes, así como a todas las partes, que no revelen imágenes ni detalles del procedimiento. Por prohibir, se prohibieron hasta libretas y bolígrafos, y quien fuese descubierto filtrando información afrontaría penas de cárcel. La picaresca no tardó en aparecer y tomó forma de informantes secretos en alarde de buena memoria. En el ring el derecho a la información, la libertad de prensa y la justicia tailandesa.
La primera imagen de Daniel Sancho dio el pistoletazo de salida, fue lo más esperado del martes y su descripción cumplió con la expectación a base de grilletes, cadenas y los hematomas que estas le provocarían. Su actitud, provocadora el primer día, se tornaría, después, más colaborativa, a medida que subía la tensión a su alrededor.
2. Un juicio diferente
Lo curioso de la dinámica de estas vistas recae en una peculiaridad judicial. A Daniel Sancho le está permitido interpelar directamente a los testigos, algo que, en el sistema español, se lleva a cabo a través del abogado.
Y como puede preguntar, pues parece tolerable opinar. Según algunos testigos, su carácter habría sido chulesco y beligerante. Según otros, se asemejaba más a un niño buscando apoyo visual en su padre, sentado justo tras él en la sala.
Cuentan, además, que una testigo se asustó cuando Daniel se acercó, que el abogado de oficio se durmió en una sesión y que Sancho y su familia desconfían de la precisión del intérprete encargado de la traducción.
3. Rodolfo Sancho y el polémico documental
La primera polémica surgió al entrar en escena un Rodolfo Sancho a roces con la prensa. Le llovieron las críticas por quejarse de las cámaras de los periodistas, cuando él mismo llevaría otra a cuestas, la del documental de HBO Max.
El estreno del capítulo cero provocó el esperpento. “Hermetismo, altivez, o desconsideración”, es lo más suave que se encuentra por redes con respecto a la entrevista que concedió.
Un documental que desapareció de la plataforma durante unas horas, lo que incendió la conspiración. Pronto regresó, y el error técnico de HBO -o estrategia de marketing, según cómo se mire-, provocó un interés más delirante si cabe.
La noticia del supuesto cobro de unos 100.000 euros por la entrevista incrementó las críticas. Aunque quizá pueda ser oportuno apelar a la coherencia, y preguntarse a uno mismo qué haría si tuviese que costearse un mes de juicio a 10.000 km de distancia.
El vértice: ¿qué se ha probado hasta ahora?
La nuez del asunto. Más allá de estas capas, que son meras subtramas, subyace el tic tac hacia la vida o la muerte. Lo sustancial se encuentra al retirar todos los puntos anteriores para acercarse al vértice, el crimen. Homicidio imprudente o asesinato premeditado.
De momento, todos los testigos están confirmando los hechos recogidos en el informe policial: Daniel estaba donde ya se sabía que estaba. Hasta el momento han declarado 10 de los 55 citados. La mujer que encontró los primeros restos mortales, la que le alquiló la moto, los encargados de los hoteles en los que se alojó Sancho, las dependientas de los establecimientos donde compró el material y, entre otros, dos policías que participaron en el atestado policial.
La reconstrucción de lo sucedido parece clara desde el inicio: Daniel compró esas herramientas, estuvo a solas con Arrieta cuando ocurrieron los hechos, descuartizó su cuerpo y se deshizo de él. La compra del material sí podría demostrar la premeditación. Pero que descuartizara su cuerpo no evidencia más que frialdad emocional.
Lo crucial, ahora, más allá de los hechos, radica en las motivaciones. En función de las pruebas y lo convincentes que resulten sus explicaciones, podrá esclarecerse por qué sucedió lo que ocurrió en una habitación donde solo estaban ellos dos.
Resulta acertado lo que dijo la madre de Sancho, Silvia Bronchalo: “Aquí nadie gana, aquí todos han perdido”. De momento, nadie va ganando este juicio. Pocas nueces y mucho ruido.
Biografía
Carmen Corazzini estudió periodismo y Comunicación Audiovisual. Se especializó con un máster en ‘Estudios Avanzados en Terrorismo: análisis y estrategias’ y otro en ‘Criminología, Victimología y Delincuencia’.
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