Serpenteando la sierra hacia la mina de litio

Bacadéhuachi es un municipio millonario por estar asentado en cerros de litio, aunque con un pueblo hasta ahora pobre, donde más del 50 por ciento de la gente vive en la pobreza, según estadísticas oficiales. Bacadéhuachi es famoso porque ingenieros mexicanos localizaron litio suficiente para convertir a México en una potencia mundial en el ramo, como lo fue antes con el petróleo. Millones de toneladas de litio que enriquecerán a algunos, pero también dan esperanza a la población de la sierra de Sonora.

EL DEBATE es el primer diario mexicano que ha llegado hasta la mina de litio, escondida en la intrincada Sierra Madre Occidental. Para llegar hay que pasar por los municipios de Ures, Baviácora, Moctezuma, Huásabas, serpenteando por carreteras peligrosas y cruzando por cómodos puentes de los escasos ríos sonorenses: el río Sonora y el río Bavispe.

En Huásabas pasa la carretera y el río Bavispe, que lleva el agua al río Yaqui y la vegetación es exuberante, producto de un generoso microclima de calor y humedad, con buenas cosechas forraje para el ganado.

Es aquí donde comienza el peligro más intenso de la sierra alta de Sonora, con la carretera sinuosa.

En pocos kilómetros te encuentras con la temible Cruz del Diablo, un enorme barranco como de 100 metros lleno de peligros y leyendas.

Luego de seis horas de caminos peligrosos, llegar a Bacadéhuachi es un respiro, a pesar de que subes hasta los 850 metros sobre el nivel del mar. Aquí hay un pueblo pintoresco y tranquilo. Pero el silencio que hay en Hermosillo, en el Gobierno y la comunidad científica, llega hasta la Sierra. Nadie quiere hablar oficialmente del litio. El alcalde Luis Alfonso Sierra ni siquiera recibe.

La diminuta casa que ocupa el Ayuntamiento a un lado del enorme salón de los ganaderos y frente a la iglesia de Nuestra Señora de Loreto habla de lo disminuido que es el gobierno municipal. No ocurre lo mismo en Nácori Chico.

Ante la desatención del alcalde Luis Alfonso Sierra, salimos a hacer entrevistas en la enorme plaza, frente a la imponente iglesia de Nuestra Señora de Loreto.

Camino a la mina

En una banqueta alta se sientan a platicar los que no tienen nada qué hacer o los que buscan cómo solucionar algún problema. Ahí están un anciano de sombrero y un hombre de 40 años con el que de inmediato hacemos conversación.

Con voz de lo más bronca que uno se pueda imaginar, totalmente sonorense, me dijo en menos de dos minutos de charla, incluyendo el presentarnos: ¿Quieres ir a la mina? ¡Yo te llevo si tú me llevas mañana a Hermosillo!

–¡Claro que te llevo, trato hecho!, le dije, y de inmediato nos subimos al auto y emprendimos el viaje.

Dimos algunas vueltas por el pueblo para resolver algunas dudas. Compramos agua y algo de comer y enfilamos para la sierra. Ya eran al menos ocho horas manejando. Y va de nuevo.

Dejamos el pavimento del pueblo y enfilamos hacia donde sale el sol, la salida hacia Nácori Chico, entre mezquites.

Entonces comienza la aventura de un camino, ahora sí, agreste y difícil. Caminos serranos, de terracería, rocas, arenas, arroyos. Desde lejos me señala un cerro. –“Hasta atrás de ese cerro vamos a ir”, me dice. Yo me preocupo porque ya es tarde. Sin luz de día, las fotos ni videos saldrán bien.

Luego de avanzar por unos 30 minutos, el guía, llamado Daniel Valenzuela, me pide detenernos en un recoveco. De entre la milpa sale un amigo que, en rápido entendimiento, se sube al carro. Una pick up, estándar y sin doble tracción.

Es Carlos Figueroa, comunero de la zona, mientras que Daniel es ejidatario. Dos modos de tener la tierra. Ambos tienen una pequeña milpa y algunas vacas y caballos. El camino se pone más agreste y la charla más interesante. Los arenales en el camino, curvas rocosas, en que si le fallas a ese juego del acelerador, el clutch, freno y volante, corres el riesgo de quedarte embancado, tirado o salirte del camino; hasta de caer en algún barranco sin control.

En medio de todos esos problemas, recordé que lo primero que me preguntó Daniel fue: ¿Ya sabes manejar en terracería y monte?

–Sí, le dije vacilante, para que no se desistiera del viaje, porque sin guías no se puede llegar.

La sierra agreste

Y ahí vamos. Dos horas de caminos agrestes, cerros enormes. Llegó el momento en que nos paramos ante una pendiente con curvas como de 60 grados. En plena bajada les dije: “Ya no vamos a poder regresar por esta subida”, y hubo risas nerviosas.

El camino nunca dejó de ser pedregoso, arenoso, lleno de mezquites y espinos. Nada más.

Aparte de la inmensidad del paisaje, en plena Sierra Madre Occidental. Son los límites con Chihuahua, la misma sierra que Pancho Villa cruzó ida y vuelta en plena Revolución Mexicana con armas, cañones, hombres, mujeres y niños, una gesta heroica digna de los anales de la historia militar.

Nos bajamos a tomar fotos de la Sierra Madre. Miramos hacia atrás y vimos que habíamos recorrido largo camino de montañas peligrosas.

Esperanza de la mina

–“No creo, mi amigo. Los expertos me dicen que esto tardará de cinco a 10 años. Cuiden sus tierras, porque ustedes también deben tener litio…”. Su rostro se pone aún más triste. Solo quieren empleo.

Al fin llegamos a La Ventana, el rancho que dio origen a esta mina. La Ventana, propiedad ahora de una empresa minera llamada Gangfeng, de origen chino.

Recorremos la zona. Son dos casuchas perdidas en el monte. Es en el rancho La Ventana, según dicen, donde nace la Sierra Madre Occidental.

Hay vestigios de máquinas trabajando. Nos encontramos cerca un auto de una empresa que hace exploraciones rotulada como Benesto.com.mx y dedicada al control de calidad y medición de radiactividad, según la rotulación del auto. Los mineros, o lo que sean, nos saludan. Sus carros tienen logos de la radiactividad.

En el rancho La Ventana solo hay un par de caballos y algunas vacas a la vista. Tomamos fotos y videos, observamos el entorno. Las rocas son de un color claro, de un café muy claro, y hasta blanquecino. Los guías dicen que es la señal de que hay litio, según los dichos de los expertos.

“Nunca nos han dicho nada”

A nosotros nunca nos han tomado en cuenta; nunca nos han invitado a alguna reunión para que nos expliquen qué harán con esta tierra, y si van a usar nuestra agua, comenta Carlos Ruiz, comunero de las cercanías de esta mina.

Subimos y bajamos otra pequeña serranía hasta el rancho Las Perdices. Miles de hectáreas que serán destinadas a la extracción del litio. Aquí ya encontramos mayores obras. Las empresas mineras ya habían preparado varias hectáreas de terreno para construir viviendas y oficinas.

“Dicen que aquí iban a vivir los ingenieros y también iban a estar las oficinas de la mina”, comentó Daniel Valenzuela con su acento duramente bronco, serrano.

Pero se hace noche. Desde un cerro de la alta serranía se ve una lucecita. Es Bacadéhuachi. Tomamos las últimas fotos antes de que termine de oscurecer.

El regreso es un serio problema. Carlos conoce el camino, hay un río, pero no sabemos en qué condiciones está. En nuestra unidad ha sido un milagro llegar hasta donde estamos y doble milagro será salir de aquí.

Emprendemos el regreso bajo la guía de Carlos, ya en la oscuridad, hasta que nos topamos con un enorme cerro y comienza el arroyo. Como salido de la nada, aparece en charcas salidas del subsuelo.

Con los ojos de la gente del campo, que mira en la noche lo que nosotros no vemos, nos fue guiando por cada recoveco, eludiendo arenales, hondonadas y caminos errados. “Sigue el camino que esté más pisado”, era la receta… Pero yo no veía nada.

En la oscuridad solo se ve el claro de los arenales, las hojas de los árboles y se escucha el ruido del motor. La belleza del cielo estrellado es inmensa.

Después de atascarnos dos veces en los lodazales y arenales, de donde salimos empujando el vehículo, al fin llegamos a terreno conocido. Salimos al pueblo, sumido en el silencio y la pobreza.

Silencio total

En los pobladores hay una ignorancia muy grande en el tema del litio. Del Gobierno municipal, nos atiende el tesorero, Leopoldo Valencia, quien nos entrega un boletín donde el Ayuntamiento se deslinda del tema y manifiesta sus buenos deseos de que la mina de litio traiga prosperidad a Bacadéhuachi… Este mismo silencio impera en la comunidad científica y empresarial de Hermosillo.