La canaria Macu Machín lleva hasta la Berlinale la volcánica y gótica carta de amor a su familia

La realizadora canaria Macu Machín estaba haciendo un máster de cine documental en Buenos Aires, a más de 10.000 kilómetros de distancia de su hogar, cuando se dio cuenta “del vínculo super fuerte que tienen los argentinos con sus orígenes”. El sentimiento de pertenencia y el estar tan lejos la llevó a “fabular y fantasear mucho sobre un lugar que para ella “fue mágico desde siempre y que me dejó muy marcada. El pueblo de mi familia en La Palma”. Y se propuso hacer una película con su madre y sus dos tías partiendo del hecho de que había un conflicto de herencias por huertas que no tienen ningún valor material, aunque sí sentimental.

La cineasta Macu Machín

El resultado es La hojarasca, un proyecto a camino entre el documental y la ficción que se ha estrenado en la sección Forum de la Berlinale y que cuenta la relación entre esas tres hermanas después de años sin verse. Carmen vive con sus gatos en una casa aislada y recibe la visita de sus dos hermanas, Elsa (madre de Macu) y Maura, aquejada de una enfermedad degenerativa, para resolver el reparto de la herencia de los padres. “Ellas se dejaron de ver durante mucho tiempo y quise ayudar a sanar la situación. ¡Qué ingenuidad por mi parte y qué responsabilidad!. No soy chamán de nada pero sí tenía ganas de reunirnos y jugar, porque la película me la propuse como un juego y el origen surge de la fascinación que tenía de las fotos del álbum familiar, donde veía mucha complicidad entre las hermanas, con esa risa tan contagiosa”, confiesa Machín a La Vanguardia, feliz de llevar su ópera prima a Berlín, ciudad a la que ha acudido junto a sus padres. El aforo para los dos pases del filme ya está agotado.

Todos esos recuerdos le parecían “muy potentes” y los quiso trasladar a la gran pantalla resaltando el significado de los ciclos de la vida, la potencia de la naturaleza de salir adelante. “Era mi forma de decirles lo mucho que las quería a través de la película. Como una carta de amor”. Macu ya tenía el proyecto bastante avanzado y había recibido las primeras ayudas para la subvención por parte de la televisión canaria, pero las protagonistas todavía no sabían que iban a serlo. Y aceptaron la propuesta con rubor y estupefacción, sin contacto previo con el cine, porque hasta el “emocionante” primer día de rodaje “no se dieron cuenta del valor que tenían sus vidas”.

Machín insiste en que fue todo como un juego. “Quería que la inmersión fuera rápida y se sintieran cómodas y pudieran abrazar al equipo como parte de la familia. Y desde el primer día se sintieron como esas niñas que veía en las fotografías”, apunta. En el rodaje les dio vía libre para que cada una hiciese lo que quisiera, aunque en alguna ocasión sí les dijo que pronunciaran algunas frases esquemáticas para entender las líneas básicas del argumento. “Mi madre era mi aliada, mi tía Carmen que es muy extrovertida jugaba otro papel y mi tía Maura -que tiene movilidad reducida- es un espíritu libre”, dice riendo. Ensayaban y rodaban al mismo tiempo. Toda la energía que surge frente a la cámara es real. “Ellas tenían muchas ganas de decirse cosas. Había mucha emoción”.

Quería que la inmersión fuera rápida y se sintieran cómodas y pudieran abrazar al equipo como parte de la familia. Y desde el primer día se sintieron como esas niñas que veía en las fotografías

Y de ese reencuentro entre recolectas de almendras, encuentros sobrenaturales y discusiones nunca terminadas, afloran viejos conflictos que parecen despertar el rumor del volcán. La película se rodó en tres fases, con la pandemia de por medio. “Cuando explotó el volcán en septiembre de 2021 estaba con mi madre viendo la tele y nos fuimos para allá porque sentí que el volcán era la continuación de la película”. El filme ya habla de la importancia de la tierra y la naturaleza en la historia. “Había tormenta, viento, un huracán… la naturaleza ya nos decía cosas, lo que no podía imaginarme era que iba a hablar de esa manera tan potente con el volcán”. Por eso lo incorporó en el arco dramático del relato.

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Machín rodea La hojarasca de una atmósfera gótica, inspirada por el romanticismo alemán, “con la naturaleza como medio de expresión que el ser racional no es capaz de transmitir”. Una naturaleza que también bebe de las ilustraciones de Edward Gorey y su humor lacónico. Y de los recuerdos de ese pueblo familiar periférico casi inaccesible en Punta Gorda con sus atardeceres infinitos, fotografiado aprovechando la hora bruja. La realizadora cuenta que sus referentes “van por épocas”, aunque cita a Kelly Reichardt, “que hace un cine muy periférico”, entre sus preferidos. También le gusta Alice Rohrwacher, Lucrecia Martel y Roberto Minervini, “que hace un cine muy híbrido, periférico, que cuenta historias que están en los márgenes”. Machín dice que ahora vive en Canarias, tras mucho tiempo fuera. “Quiero hacer cine y contar historias muy personales desde mi tierra. Mi universo es ese. Está todo por contar en las islas”.