Ataque nuclear limitado, la tentación de Putin

Un lanzador de misiles balísiticos intercontinentales Yars en un desfile ien Moscú, el 7 de mayo de 2022.

Dos apuntes con origen en Washington y Londres destacan en la proliferación que se viene produciendo desde febrero de avisos, declaraciones e informes sobre una extensión a Occidente de la guerra de Ucrania, y ambos apuntan al posible empleo del arma nuclear por parte del Kremlin.

El pasado 27 de febrero, Financial Times anunciaba haber tenido acceso a documentos de juegos de guerra del mando ruso fechados en 2008 y que ayudan a atisbar una doctrina, diseñada al menos desde esa fecha, sobre el uso de armas nucleares tácticas por el Kremlin en distintos escenarios de guerra.

El 1 de marzo, el International Institute for Strategic Studies (ISS, influyente think tank basado en Londres y con sedes en la capital norteamericana, Bahrein, Berlin y Singapur) avisaba sobre nuevos incentivos que los estrategas rusos pueden tener para un uso acotado de bombas atómicas.

Entre ambos apuntes, una nueva declaración de Putin avisando de guerra nuclear si la OTAN pisa Ucrania con sus soldados.

Cuándo apretar el botón

Veintinueve papeles militares revisados por el diario norteamericano señalan cómo Moscú calibra como una herramienta más en un frente de guerra el recurso a sus bombas nucleares tácticas, que el Pentágono cifra en más de 2.000. Es una cifra superior a las bombas similares con que cuenta la OTAN, si bien en el cálculo total de ojivas, tácticas más estratégicas, Occidente supera a Rusia.

La doctrina de los 29 documentos establece una incursión enemiga sobre territorio ruso o la pérdida del 20% de sus submarinos lanzadores de misiles estratégicos como líneas rojas: serían el momento previsto para apretar su botón. El diario recoge declaraciones del director en Berlín del Carnegie Russia Eurasia Center, Alexander Gabuev. Los documentos muestran que el umbral operativo (ruso) para el uso de armas nucleares es bastante bajo si el resultado deseado no se puede logar a través de medios convencionales, dice.

Por su parte, el informe del ISS -firmado por William Alberque, director de Control de Armas, Estrategia y Tecnología de la entidad- señala un incentivo para un uso estratégico pero también limitado de bombas atómicas por Rusia: quebrar rápidamente la voluntad de luchar de Occidente.

En opinión de Alberque, Rusia tiene una tolerancia más alta a las pérdidas humanas que los países occidentales. Si el umbral de pérdidas inaceptables’ para obligar al otro lado a ceder es mucho más bajo en Occidente en una confrontación directa, Rusia podría verse incentivada a utilizar armas nucleares para infligir un número inaceptable de pérdidas a las fuerzas armadas de la OTAN para forzar la capitulación, concluye el analista, y siempre tratando de que el ataque no escalara hacia una guerra nuclear total.

Último recurso

Hay aportaciones españolas al análisis. Contra distintas aseveraciones sobre un arsenal ruso desvencijado, un informe del coronel José Pardo Santayana -uno de los mayores expertos en Rusia del Ejército- para el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) -La ruleta nuclear rusa, abril de 2023- recuerda que en 2020 Putin informó de que alrededor del 86% de la fuerza nuclear estratégica de Rusia estaba compuesta por armas modernas, cifra que esperaba aumentar al 88% en 2021.

El trabajo de Pardo de Santayana cuenta 310 misiles balísticos -atraviesan la estratosfera y caen por inercia- intercontinentales repartidos en bases de toda Rusia que pueden lanzar hasta 1.189 ojivas, nueve submarinos capaces de llevar nueve misiles balísticos y hasta 656 ojivas, y hasta 70 bombarderos estratégicos capaces de lanzar 16 misiles de crucero nucleares.

Dadas las gravísimas consecuencias de su empleo, la posibilidad de que Rusia llegue a utilizar el arma atómica no se plantea en el actual contexto operativo, concluye el coronel español, con una salvedad: únicamente como último recurso en función de una debacle militar rusa y de su impacto en el sistema de poder del Kremlin.

Los arsenales

Según el SIPRI (Stockholm International Peace Research Institute) en este planeta hay ahora 12.512 armas nucleares. De esas más de doce mil cabezas, 5.244 serían de Estados Unidos y 5.889 de Rusia; 225 del Reino Unido, 290 de Francia, 410 de China, 164 de India, 170 de Pakistán, 30 estimadas a Corea del Norte y 90 también estimadas de Israel. Son cifras similares a las que suma la Federación de Científicos norteamericana.

A la hora de contabilizar el número total de cabezas nucleares disponibles por cada país se cruza una variable inestable: la de las ojivas tácticas. Y es inestable porque la definición de táctica varía según quién la haga. Y más aún su número total, que es un secreto guardado por las potencias, no sometido al control de los tratados START cuando tenían plena vigencia.

En general, un arma nuclear estratégica es aquella que se dirige contra objetivos militares o civiles situados fuera del teatro de operaciones de un enfrentamiento convencional. O sea, un misil dirigido a Moscú o a Nueva York cuando ninguna de esas dos ciudades es frente de guerra.

La bomba nuclear táctica es, en esos parámetros, la que se destinaría contra objetivos en el campo de batalla. Un cohete lanzado contra una agrupación de carros de combate que avanza por un terreno, por ejemplo. Por utilizarse limitadamente en el frente, su potencia en kilotones es mucho menor que la de una bomba estratégica. Pero el definidor no es la potencia: si se enfoca desde el punto de vista de la intención del lanzador, será también estratégica una bomba nuclear de pocos kilotones que se lanzase a miles de kilómetros del campo de batalla.

En general, y de nuevo según el SIPRI, se considera que Estados Unidos cuenta con 100 de esas bombas desplegadas en seis bases aéreas en Turquía, Países Bajos, Bélgica, Alemania e Italia, y otras 100 en suelo americano.

A Rusia, que no comunica su arsenal nuclear táctico ni nunca dejó que se inspeccionara, le atribuye 1.816 armas nucleares tácticas, considerando como tales las que no son estratégicas.

Armas espaciales

Ahora, la vigilancia occidental no solo se centra en las ojivas tradicionales de uso táctico o estratégico, también en un nuevo empleo de la energía nuclear para la guerra que trata de conseguir el régimen de Vladimir Putin.

A la inteligencia militar norteamericana le interesa una nueva y probable capacidad rusa de cegar o inutilizar el sistema de satélites de Occidente. La agencia Reuters informó en febrero acerca de una reunión del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, tras la cual, el portavoz republicano Mike Turner habló de grave amenaza para la seguridad nacional.

Se refiere a nuevas armas espaciales, ingenios que emplearían energía nuclear, pero no necesariamente con explosiones atómicas. La inteligencia norteamericana ha alertado a sus políticos sobre el posible desarrollo de un dispositivo de alta potencia que Rusia querría poner en órbita, con capacidad para bloquear señales de satélites, cegar sus sensores ópticos o destruir sus circuitos mediante un pulso electromagnético.

El secretario de Estado, Anthony Blinken, dijo a Reuters que aún no se trata de una capacidad activa de Rusia. Washington considera de momento poco probable este escenario. Desde 1967, el Tratado del Espacio Ultraterrestre, firmado por Rusia y Estados Unidos entre otras potencias, prohibe colocar en órbita dispositivos nucleares.